the Kinks

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miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL SOMBRERO DE LA PRINCESA MARINA

Tenemos el gustazo en el Kinkdom de contar con el relato de una historia de amor muy bella, protagonizada hace 10 años por nuestro motor, Iñaki García Galera, aquel que tuvo la gran idea de inventar la Konvencion y juntar a toda la kinkalla, también por el facebook.
Iñaki emana pasión por todos sus poros por nuestros chicos de Muswell Hill, sólo había que ver lo nervioso que estaba en la Zurriola antes del concierto...

Gracias Iñaki por ser como eres y por juntarnos a todos. Nunca olvidaré ese día que pasé en Madrid entre tantos spanish hillbillies y ese concierto memorable de la Village Green sevillana. Que tengas los años que tienes es tan esperanzador. Te compraste el sombrero correcto.

GSTK


P.D. Una cosa Iñaki,  los Kinks son los mejores, no lo dudes,  porque son nuestros y tienen una canción para cada momento del día. Objetivamente, nosotros sabemos que lo son pero no queremos entrar al trapo.

Desde aquí a todos os digo, vamos a darle caña al Kinkdom, aunque sólo sea por ver el papel pintado del fondo y soñar con teteras y patios traseros de ladrillo rojo. 

Come on now! 

Iñaki compró un sombrero como la Princesa Marina

Los Beatles son el mejor grupo de la historia. De acuerdo, es una afirmación muy contundente, demasiado categórica, que quizás no sea cierta, pero que desde luego no es falsa. Al menos yo nunca he encontrado a nadie cuyos argumentos al rebatirla me resulten convincentes. Fueron sus vinilos (sí, vinilos, que tenía mi padre) los que a los diez años hicieron que empezara a interesarme por la música en general. Y me cogió muy, muy fuerte. Un año después ya conocía todos los discos, me sabía todas las letras y no paraba de hablar de ellos a todas horas. Pero eran un caso raro, un fenómeno único e irrepetible. No solo se trataba del mejor grupo de la historia sino que para mí también era el único interesante.

Fue mi tío el que me intentó sacar de mi error. Y asegurándome que había música más allá de los Beatles, me grabó dos cintas de cassette. Una, de artistas variados de los sesenta (Hollies, Searchers, Cream, Ten Years After...) y otra de los Kinks. La primera me encantó, y aunque la segunda también me gustó la dejé un poco en el olvido. Pero algunos años más tarde, en el verano en el que cumplía los 16, un día vi en el Fnac un recopilatorio doble de los Kinks, la "Ultimate Collection" y lo compré. Fue un descubrimiento increíble. Cada día aguardaba al momento de llegar a casa de clase para oírlo una vez tras otra. Mi profesor de historia, otro gran fan, empezó a dejarme todos sus discos en CD, que yo devoraba uno tras otro. Y fue así como los Kinks poco a poco se convirtieron en mi segundo grupo favorito.

Avancemos un par de años más para situarnos en junio de 2004. Recuerdo que el día 28 salía a la venta la edición de lujo del Village Green Preservation Society. El fin de semana anterior y aprovechando el puente de San Juan fui de viaje a Pamplona con mis padres, con la intención de estar cuatro días. Pero los cuatro días se convirtieron en casi un mes, a causa de una meningitis que me tuvo varios días en la UVI y un par de semanas en el hospital y que estuvo a punto de costarme la vida. Curiosamente, como si una extraña conexión nos uniera, al mismo tiempo Dave tuvo su embolia.

Estando en el hospital y para animarme, mis padres me prometieron que cuando me recuperara me acompañarían a Liverpool para que pudiera hacer realidad el sueño de mi vida: Visitar la ciudad de los Beatles. De esta forma empezamos a planificar el viaje para finales de agosto o principios de septiembre. Pero a mi padre tuvo una idea genial y me dijo que mirara si había algún concierto interesante en Liverpool en esas fechas para hacerlo coincidir. Cuando lo vi, no podía creérmelo: Ray tocaba en el Philarmonic Hall poco después, el viernes 24 de septiembre, que además era festivo en Barcelona. Yendo en esa fecha podríamos matar dos pájaros de un tiro... ¡Y qué pájaros!

Al llegar al John Lennon airport, yo estaba eufórico. Ese día visitamos el Cavern, dimos una vuelta por Mathew Street y los alrededores... Y alrededor de las 19 nos dirigimos hacia el Philharmonic (el concierto era a las 20). Ray estuvo sensacional. Las versiones acústicas de Autumn Almanac, Village Green (posiblemente mi favorita de la noche), Picture Book, Animal Farm o Sunny Afternoon fueron acompañadas por el rock eléctrico de I'm Not Like Everybody Else, 20th Century Man o grandes hits como You Really Got Me o All Day And All of the Night.

El primer bis fue perfecto, con Waterloo Sunset y Days, capaces de emocionar a una roca. Pero con el segundo llegó la gran sorpresa. Ray dijo "I'd like to dedicate this song to My Baby Brother" y cantó la única que me habría atrevido a asegurar que no cantaría nunca: Death of a Clown. Y en ese momento, no pude evitar sentir que me la estaba dedicando a mí también. Tras el concierto, a la salida, hablé con uno de los empleados del Philharmonic y le pregunté si creía que había alguna opción de que Ray pudiera firmarme un disco (el Storyteller). Él me dijo que se lo diera y que esperara un momento y desapareció. A los pocos minutos apareció con el disco firmado. Tan contento debió verme el buen hombre, que me dijo que, aunque no podía prometerme nada, tal vez Ray saliera por la puerta de atrás a saludar a los fans.

Yo nunca había hecho nada parecido, pero poco había que perder por ir allí. Al llegar a la puerta que tan amablemente nos habían indicado, había cerca de una treintena de personas (a muchas de las cuales con el tiempo conocería). Una mujer salió y dijo algo que a mí me resultó incomprensible, pero vi que poco a poco la gente iba entrando por la puerta y saliendo en pequeños grupos. Cuando llegó mi turno, vi desde una cristalera que dentro había un hombre muy alto firmando cosas a la gente. Cuando entré, la mirada de sus ojos azules se clavó en mis pupilas. Como pude, balbuceé con mi inglés macarrónico: "We have come from Spain to see you. Can I have a picture with you?" Su respuesta consistió en cojerme del hombro como si fuéramos colegas de toda la vida y mirar a la cámara que mi padre sostenía. Mientras posaba, me preguntó de qué parte de España venía. Al decirle que Barcelona, me contestó que "I will go to play in Barcelona next year". Y fue en aquel momento cuando algo cambió en mí. Paul McCartney será un genio, pero nunca me dirá que va a venir a tocar a Barcelona. Y Ray, para mí la única persona equiparable a él a nivel musical, acababa de hacerlo.

Poco después me leí el X-Ray y fui completando los huecos que faltaban en mi discografía, que no hicieron sino reafirmar un pensamiento que empezó a formarse esa noche en mi cabeza. Ray se convirtió en alguien muy especial para mí y pasó a ser como un padre, un hermano y un mejor amigo en una misma persona. Pero fue aquella noche, la noche en que dormí en un hotel situado entre el Cavern Club y Strawberry Fields en la que me di cuenta de que, si los Beatles siempre serían el mejor grupo de la historia, los Kinks a partir de ese momento siempre serían mi grupo favorito.

Iñaki García Galera
Septiembre 2014