the Kinks

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miércoles, 16 de octubre de 2013

SOAP OPERA POR CHALS DE ON THE ROUTE

Tenemos el honor en el Kinkdom de contar con la colaboración de mi amigo Chals del blog On the Route que ha tenido la suerte de caer rendido a los pies de los chicos de Muswell Hill durante este año de 2013 siendo como es un melómano tremendo. 
Y como dice el refrán "nunca es tarde si la dicha es buena" como podemos comprobar en este magnífico texto en el que por arte de magía asimila la esencia de una época denostada y llevada al cajón de saldo durante muchos años pero apreciada por kinkys like us.
Para algunos, me consta ésta es su obra cumbre, para otros entre los que me incluyo un capítulo fascinante, otro más , como todos los de este grupo eterno y sagrado.(No han hecho un disco malo ni queriendo)
Gracias Chals por prender la mecha del Kinkdom de nuevo. Esto tiene que marchar y es obligación de los lectores comentar y dar vidilla a esta casita de chocolate ajena al mundanal ruido del hype y de la velocidad de las publicaciones discográficas actuales. Aquí se viene y se entra a tener un Holiday Romance, a vivir en un eterno serial del que es imposible desengancharnos.



Menudo disquito, pensaran algunos, que he elegido para mi primera reseña del descubrimiento del año. Pues sí, así es, no hace falta que me recordéis cuantas estrellitas marcan sus discos desde el 65 al 71, cada rosquilla es impepinable, hasta ahí llego, es más, entre mis favoritos kinkianos a la cabeza se encuentran Something Else, The Village Green Preservation, y Muswell Hillbillies, lo digo a falta de adentrarme con conocimiento de causa en la intimidad de Lola, pese a que Strangers ya es una de mis canciones preferidas de los Kinks y de mi vida, y en el mundo de Arthur. Tenía ganas de explayarme con The Kinks presents a Soap Opera
Primero y fundamental porque ha supuesto mi romántico encuentro con los Kinks en formato vinilo, además comprado como antaño, sólo por la portada, pues los ríos de tinta vertidos sobre este disco no son muy alagüeños. 
Segundo porque desde el minuto cero nada de lo leído ha tenido ya sentido, ni hay más music-hall, ni menos rock'n'roll que en sus anteriores discos, leyendas urbanas, sólo añadidle unos coros de más y pequeñas narraciones entre alguna canción. Pero un disco totalmente de los Kinks con todas sus virtudes, defectos aún no le veo, estoy en el subidón. 
Y tercero, porque a nivel lírico es perfecto y medido al milímetro desde la primera hasta la última canción. Después de adquirir el vinilo en la histórica y siempre eterna Harmony de mi ciudad (momentos de publicidad gratuita necesaria, no todo tenían que ser fnacs y amazons) me imprimí todas las letras para darme un baño costumbrista dominguero en toda regla, algo que no hacía desde el Tempest de Dylan, aunque lo que aquí es analógico romanticismo, en el caso del maestro fue más un andar descalzo en procesión con la cofradía del Santo Bardo, una cuestión de fe que le debía y que finalmente corroboró su grandeza. A partir de aquí, y hecha ya todas las presentaciones pertinentes, Dios salve a los Kinks! y a los Hnos Davies!. Como contaba, Soap Opera es un disco que consta en los anales preiodísticos como la obra que cierra su etapa teatral y supuestamente, repito supuestamente, uno de los momentos creativos más bajos de la banda británica. Unos segundos de silencio para la reflexión. Prrr! un petorrillo dedicado a los reseñistas inmovilistas y oficiales de la prensa. Olvidaros de los pichaflojas y los todomúsicas del montón, esta es la reseña que vale ahora mismo, al menos para mí, hecha del tirón y con la aguja embadurnando las paredes de mi casa de maravillosa analogía mientras me repaso de pe a pa las lyrics. Tengo que confesar que esta seguridad textual ha sido reforzada gracias al grupo de Fans de los Kinks, pues el día que colgué un video con cierta inseguridad, algunos ilustres eruditos y grandes conocedores de la banda apuntaron la referencia en lo más alto y refrendaron la propuesta, cosa que me alivió. 
En esta Soap Opera están todas las virtudes de la música de los Kinks, music-hall y rock'n'roll a raudales, hay momentos banda sonora televisiva y narraciones entre canciones, baladas para derretir, algo de blues de cajón, y un mapa lírico complejo donde creo, hipótesis al canto, que Ray Davies ahonda en su psyque hasta niveles insospechados aprovechándose del ordinario Norman, el personaje mil veces víctima de la negra ironía de la que hacen gala, para sacar a colación alguno de los clichés y estereotipos de la farándula, del que puede que él mismo fuese víctima, y sin dejarse de lado la vida ordinaria tantas veces dibujada en sus canciones, sólo que esta vez no es Ray Davies el que habla. 
Kinky Stardust
Guía rápida del Culebrón: Everybody's a Star presenta a Starmaker con ese riff reconocible a la legua, es la arquetípica estrella del rock, el sueño húmedo de cualquier melómano. Busca infiltrarse entre la muchedumbre ordinaria, quiere alimentar sus canciones de esa esencia costumbrista, algo por otra parte muy Kinks. Y a ritmo de doo woop añejo y casposo, eso sí, atención a esa línea de guitarra de Dave Davies acompañando la melodía, Starmaker llega en Ordinary People hasta Norman, soez y ordinario, perfecto, ocupa su lugar, se mete en su horrible pijama y se tira a su mujer por amor al arte, una canción en la que Ray Davies muestra los sueños húmedos y frívolos, y el ego de la estrella de rock con derecho de pernada, una autocrítica feroz a la farándula. A veces tengo la sensación, un a riesgo de equivocarme, que Ray Davies desea materializar los deseos de muchos de los artistas que a lo largo de sus carreras y hartos de la vida en la carretera, han confesado en alguna ocasión echar de menos una vida familiar y enraizada, así que con el boogie-rock'n'roll t.rexiano de Rush Hour Blues, Ray Davies mete a Starmaker en esa realidad de la workin class. El despertador por la mañana, el bus, llegar al trabajo puntual, Starmaker siente ese cosquilleo de la novedad, esos ordinarios elementos que su vida de estrellato le niega, pero la alegría le dura bien poco, empieza a sentir a sus espaldas el peso de todo aquello de lo que habló en sus canciones, musicalmente Nine To Five es una balada de las que Davies hace para enmarcar, es la vida real y duele. Me imagino al "verdadero" Norman riendo desde su escondrijo mientras suenan When Work Is Over, Have Another Drink (reiros de ese Hey Ho famosito) y Underneath the Neon Sign (en la edición vinilo), llega la autocompasión, la estrella del rock sólo puede desconectar sentado en la barra de un bar, o quizás pueda autoengañarse con un desliz en vacaciones, una Holyday Romance, que le haga sentir de nuevo ese gusanillo, puede que sólo le quede autoconvencerse de que la vida diaria es perfecta en esas pocas horas después del curro, dejándose mimar por su mujer en You Make It All Worthwhile con esos pequeños placeres que brinda la vida casera, un sabor, un olor... Pero esos pequeños detalles que desde fuera hacían que Starmaker viera la vida ordinaria tan atractiva, empiezan a volverse en su contra, la paranoia empieza en Ducks on the Wall, una canción divertida y surrealista donde esos patos pintados en el papel le recuerdan el costumbrismo cruel al que está sometido. La parte final del disco no la podía haber resuelto mejor el Sr.Davies con la espléndida balada A Face in the Crowd, y la muy Ronnie Lane You Can't Stop the Music, dos maravillas de canciones, mis preferidas del disco. Starmaker empieza a echar de menos ser estrella del rock, quiere huir de esa vida, pero quien es él en realidad, ¿verdaderamente es él Starmaker? ¿o es Norman escapando de la realidad utlizando un alter ego? vale, Norman-Starmaker, dos caras de una misma moneda. Quizás no importe demasiado si unas estrellas del rock se van u otras vienen, quizás no importe demasiado quien es verdadero y quien no lo es, quizás la verdadera importancia resida en la música, la auténtica ganadora, la que sobrevive eternamente por encima de Normans y Starmakers. El culebrón kinkiano descubre con sorna los egos que pueblan el stablishment discográfico, podría ser la parodia de Ziggy Stardust, donde Norman podría representar perfectamente ese oficinista Respectable Man venido a menos, hasta las trancas de Alcohol en un bar obrero de Muswell, el tipo que se quedó en casa observando la vida pasar por la Waterloo Station, mientras seguramente su mujer se la pegaba con otro. Pero intentando pensar como piensa Ray Davies, una experiencia mística lo sé, veo la historia de un tipo que plantéa la venganza perfecta para el creador que tantas veces le utilizó y le mete premeditadamente, y con el ego por coartada, en una de sus propias historias llenas de sarcasmo e ironía bajo el nombre de Starmaker. Genial.
Sería perfecto, a no ser por una temática ahora anacrónica difícil de extrapolar a nuestros días, ni la farándula es la que era entonces, ni nosotros podemos considerarnos ya workin class. Pero sí veo mucho de las redes sociales en esta bipolaridad Norman-Starmaker (toma pirueta). En cierta manera nos proporcionan el telón idóneo para construir nuestro Starmaker, que no quiero decir falso, me decanto más a una proyección de nuestra mejor versión, o aquella que queremos que los demás vean, o la que nos gustaría ser, fotos, videos y frases recurrentes, cualquier cosa que haga crecer ese aura a nuestro alrededor, aunque de manera tajante se desvanezca a la mañana siguiente cuando el mundo nos espera de nuevo a la puerta de nuestras casa.
No considero este disco un punto bajo a nivel artístico, para nada, además viendo algunos de los videos de las presentaciones de la época no es la sensación que da, los Kinks están en plena forma, van a su rollo, como siempre, si que puede que den un paso atrás partiendo de la fama y dirigiéndose hacia un estatus de artista de culto, que no a efectos de calidad, una guinda a toda una década dejando obras maestras del costumbrismo inglés, y por extensión de la propia historia reciente del hombre contemporáneo occidental, de haber sido historiador, Ray Davies sería el number one. God Save The Kinks!.




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