the Kinks

the Kinks

miércoles, 1 de febrero de 2017

SOMETHIN ELSE BY THE KINKS (1967)




Lo mires por donde lo mires este disco es un absoluta obra de arte. Dentro de él se asientan todos los fundamentos de la englishness más pura; tanto por el brote de rebeldía y luminosidad radiante de un genio precoz como por la sutil ironía de un joven que se ha tragado a un viejo.

Ray Davies es el mejor pintor costumbrista inglés de fin de siglo, muchacho introvertido de la periferia al que le dio la ventolera de componer canciones para tomar el pulso de su generación con tanto atino que lo hizo de todas las pasadas, las presentes y las futuras.

Alter ego inglés de Bob Dylan, junto a él, los dos más grandes compositores de rimas utilizando el lenguaje del común de los mortales pensadas para ser melodías o viceversa y, después, canciones que se conviertan, sin ellos pretenderlo, en pura metafísica del hombre moderno.

Mr. Reporter se apartó rápidamente de la algarabía post-beatle y en contra a las moda en letras y con todo su propósito, recuperó el denostado vodevil de los abuelos y la observación desde el banco de la calle o la ventana del vecindario.

Si ya en el anterior Face To Face se sale de la tabla estableciendo las bases del patrón de la banda por unos cuantos años, lo de Something Else, sinceramente y tras cada escucha, no es normal. Según cumple años gana en sabor y en aromas y ya parece que es imposible concebir la antropología sin su existencia.

Si con ritmo marcial comienza esa inimitable mofa frente al primero de la fila, al que nunca le falta una libra en el bolsillo para su refresco y pastel y del que te revienta ver lo bien que le salen las cosas , un himno mod llamado David Watts, luego viene la triste nostalgia pop de la muerte de un payaso a cargo de brother Dave. Una canción, por cierto, muy del coetáneo Flowers de los Rolling Stones.

Two Sisters con su hermoso clave barroco y una duración de dos minutos y una nada, demuestra que se pueden resumir dos vidas en una perfecta canción pop. En este caso y despistando en femenino, con la descripción de los dos hermanos varones Davies y sus diferentes formas de ser que tantos quebraderos de cabeza y broncas han supuesto para la historia y fundamento de la banda de Muswell Hill. En realidad los celos de la libertad fraterna encapsulados en una gema que nunca dejará de brillar.

Continuar con una bossa nova ala Jobim de la categoría de No Return es algo que dice mucho del gusto del autor. Su middle eight espectacular y su duración como un beso. La letra muy bossa nova también, esa saudade que da el saber que no volverás. Favorita entre favoritas, un milagro en miniatura. Y es que los desafinados también tienen corazón.

Harry Rag y Tin Soldier Man siguen con el dominio del retrato a cuatro trazos-estrofas como forma de canción y se convierten en clásicos de cántico de barra de bar con una sola escucha. Más inglesas no pueden ser, más universales tampoco.

En Situation Vacant se esboza ya la futura retirada a la Village Green y unas líneas melódicas de escalofrío con un homenaje incluido al Dylan ácido del Blonde on Blonde en ese tan órgano groovy del estribillo, acabando en el final de canción más psicodélico de todo el disco. La letra es una pequeña película de errores y complicaciones derivados de la férrea estructura familiar occidental que invita tanto a las complacencias, todo un Mother In Law inglés.

El pequeño y caprichoso Dave firma una de sus obras maestras dentro del cancionero kinky, Love Till The Sun Shines, explosión de seudo psicodelia mod inocente que tanto influyó en los primeros Floyd y que mira de frente a cualquier clásico de los Who o los Small Faces. La sección de ritmo, los injustamente poco laureados Pete Quaife al bajo y Mick Avory a los parches, dan todo el empaque a este número divino.

Pero el hermano mayor, el capo Ray, tiene que demostrar que él también puede dejarnos sin habla con un número moderno, heredero de su a trozos denostado Revolver de los reyes de Liverpool. Lazy Old Sun con su cadencia psicotrópica es un mini sinfonía de 1967.

Afternoon Tea tiene un bajo tan delicioso y es tan Kinks que puede servirme de muestra para demostrar mi amor incondicional por ellos, bellísimas melodías dentro de arquitecturas espartanas al servicio de la canción sencilla, que se pueda cantar pero a la vez admirar. Y esos pa pa pa pa pa pa pa pa...son el delirio.

Funny Face tiene mucho de los Beach Boys o por lo menos hoy se lo veo mezclado con el bravado mod, como los Who y la embriagadora End Of The Season, canción que comienza un subgénero propio de Ray que es generar placer sonoro de la pereza y la contemplación, estableciendo símiles con el tiempo y la naturaleza y el caprichoso devenir de un caprichoso amor.

El broche final lo pone la mejor canción de los Kinks, el himno real de Londres y una de las 5 mejores canciones de los swinging sixties: Waterloo Sunset, donde Terry and July protagonizan la epifanía del mejor voyeur de la historia de la música popular de nuestro tiempo. Explicarla es una tarea imposible, escucharla es un misterio eterno, es como un retiro espiritual dentro del bullicio, un milagro aislado dentro de la competición, una oda a la libertad individual y al disfrute fetichista.

Teniendo en cuenta que quedaron fuera para los eps y singles canciones del calibre de Act Nice & Gentle y Autumn Almanac, entre otras, nos encontramos ante un acontecimiento musical trascendental para el futuro de la música pop británica y mundial. 

El costumbrista Ray Davies con su excepcional banda The Kinks pintó una segunda obra maestra como es Something Else y así abrió la veda para componer a partir de ella la exposición de retratos musicados más impresionante del arte popular del siglo XX. 

God save the Kinks.